Más allá del artículo que tiene una mirada desde la fe, otros educadores lo pueden reflexionar desde la convicción de animar y encarnar a los jóvenes en el mundo de hoy.
Esperando que sea de su agrado se lo ofrecemos para seguir caminando y reflexionando juntos en el ESPACIO SIGE.
Desde la
vida de los jóvenes y el camino compartido con ellos, he elaborado una
reflexión, que el último número monográfico de "Imágenes
de la Fe"
(Editorial PPC- Enero 2013) la presenta en su totalidad. Comparto la conclusión
de dicho trabajo que presento como un decálogo para acompañantes de jóvenes.
Todo se
enmarca en un principio fundamental descubierto: quien obra y trabaja en el
corazón del joven es el Espíritu Resucitado de Jesús, que le va
mostrando el amor del Padre y el sueño que éste tiene sobre él. Nosotros
tenemos el gran papel de colaborar con ese Espíritu, que nos alimenta a
nosotros mismos y nos da fuerzas para acompañar gratuitamente. Desde este
Espíritu, la lectura creyente y sobre todo la vida compartida con jóvenes
considero:
1. El
centro del "quehacer" al acompañar está en la persona con la
que compartimos camino; son su proceso, su momento y sus inquietudes los que
tienen que centrar nuestra acción y animación. A nosotros nos toca dejarnos
afectar por su persona y su proyecto para servirle en orden a su autonomía y
crecimiento.
2. Es
fundamental arriesgar para acompañar, no podemos tener conceptos
preestablecidos ni marcos organizados. Cada persona tiene su vida y el espíritu
en ella sopla lo que quiere y cuando quiere, y el joven se abrirá en libertad a
ese soplo. Conservar y asegurar no es acompañar, abiertos seremos sorprendidos
y enriquecidos por la novedad y la creatividad de cada persona y su historia.
3.
Acompañar es echar de lo que tenemos para vivir, no se puede hacer sin
priorizar y sin disponibilidad gratuita; te necesitan cuando menos lo
esperas y te buscan cuando, de verdad, lo necesitan aunque no sepan
expresarlo. Estar a punto y disponible es el oficio más valorado por ellos.
4. Si
te alegras por cada pequeño paso y decisión tomada por un joven, es que
estás entrando en el verdadero reconocimiento, en el espíritu del que da
gracias por los sencillos y los pequeños; aquel que te viene dado por la
alegría que te da ir viendo el tesoro que el otro está encontrando y cómo está
poniendo en él su corazón.
5.
Implicación e interpelación serán frutos que recibirás en el oficio de
acompañamiento, sus opciones y discernimientos, harán que tú te replantees los
tuyos y acabarás empujado a implicarte más para servir más y mejor en más
espacios de los propios y los ajenos. Tu servicio y compromiso serán
trampolines para su actitud de servicio en el mundo.
6. Los
jóvenes no quieren milagros tuyos, esos los hace el Señor con ellos; sólo
quieren tener parte en tu vida o, más bien, saber que tú te interesas por la suya
y que pueden contar con lo que tú tienes y eres. Si eres auténtico y te
muestras con verdad, desde tu sencillez y pequeñez, se sentirán como en su
propia casa. No trates de ser distinto de lo que eres, porque eso te hará
distante.
7. La
fraternidad es el horizonte al que pretendemos llegar en toda iniciación y
catecumenado, hijos en el Hijo; ese horizonte sólo es posible si la comunidad
es nuestro lugar de verdadera referencia personal. El joven necesita de un
grupo de vida, de discernimiento comunitario, pero no puedo ser animador de
esta realidad para él si yo no soy sujeto de una comunidad de vida propia,
donde proyecto y reviso mi propia existencia. Sólo se genera comunidad desde la
comunidad vivida y experimentada.
8. La
tentación más fuerte es sacarlos del mundo y preservarlos en un aparte. Esto no
es animar, sino desanimar, desencarnar. Jesús no quiere que los saquemos
del mundo, sino que, en medio de ese mundo, sean la levadura y la sal; ahí está
su lugar para ser y crecer, meterse en el corazón del mundo con el corazón de
Dios. Para ello, nosotros mismos tenemos que entrar en la aventura de descubrir
la realidad como lugar de salvación querida y amada por el Padre. Es importante
que conozcamos y amemos sus mundos y ambientes.
9. Hoy,
como nunca, necesitamos acompañar desde el ser católicos, el "id por todo
el mundo" hoy tiene eco y sabor especial y actualizado. Queremos una
humanidad fraterna y universal, donde el horizonte es el hombre y todas sus
situaciones. Nuestra mente ha de ser universal como el envío, para la utopía de
un mundo sin fronteras con todos los derechos fundamentales a flor de piel
-frente a la crisis-; sólo desde ahí podremos acompañar mentes que quieren ser
libres y romper límites que separan y provocan injusticia y dolor.
10. Pero
sin Él no podemos hacer nada; sin su amor y sin su protagonismo, todo será
una inútil hazaña, ideología y apropiación indebida. Sólo desde el principio y
fundamento de los sentimientos de Cristo, podemos servirle para que otros se
encuentren con Él y descubran el verdadero sentido de la vida; en la
experiencia profunda y personal de Cristo, serviremos para que el joven lo
intuya y lo descubra en su vida para siempre, y sea capaz de arriesgarlo y
venderlo todo para tenerlo solo a Él.
Y cuando
hayamos hecho todo esto, por la gracia de Dios, diremos como los empleados
fieles del Evangelio: "Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos
que hacer". Pero ya nadie nos podrá quitar la experiencia de ser hombres
del Espíritu, tocados por la gracia de Cristo, y el sentido de comunidad y de
familia que el Padre habrá provocado en nosotros al cumplir su voluntad, y los
jóvenes y sus procesos -harán obras mayores que nosotros, muchos mayores- serán
nuestra corona y nuestra gloria.
José
Moreno Losada, 06 de febrero de 2013
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